Sabemos
que estamos en un lugar donde podemos llorar por un ojo. No es extraño que
sintamos la tentación de vernos en un pedestal al compararnos con la gran
mayoría de trabajadores que pululan por este país. Porque es verdad que
nuestras condiciones laborales no han empeorado tanto, nuestro salario no ha
bajado tanto y nuestras situaciones económicas nos permiten a la mayoría llegar
a final de mes todavía con cierta holgura.
Sí, es
inevitable que ante tanto paro y ante las condiciones laborales tan esclavistas
que nos rodean, tengamos un cierto sentimiento de culpabilidad por nuestra
“buena suerte”. Pero tenemos que ser conscientes que, ni nuestra “buena suerte”
es tal (la mayoría de nosotros tuvimos que pasar procesos de evaluación nada
sencillos y que entonces nos garantizaban un trabajo estable pero nada bien
remunerado para la época), ni la situación que viven los trabajadores y parados
de nuestro alrededor es justa.
Mientras
teníamos que soportar, hace solo cinco años, que el salario medio en nuestro
país rondara los 3.500 euros, muy lejos del de la mayoría de nosotros; hoy ha
bajado hasta unos exiguos 750 euros. Si los elevados sueldos de ayer, que no
pudimos oler, no eran culpa nuestra, tampoco lo es hoy esa explotación que
ha llevado a miles de familias a la quiebra técnica.
Es
importante, pues, que nos quitemos de encima los humanos sentimientos de culpa
que no nos permiten ser de utilidad a toadas esas familias que sufren. Tampoco
os de por agradecérselo a unos sindicatos “lameculos” que han cedido todos
aquellos beneficios que tanto nos costó ganar y en tiempos, incluso, tan malos
como estos.
Porque
nuestra humanidad juega contra nosotros, pero, si dejamos que nos domine,
también juega contra todos esos parados y trabajadores sobreexplotados que nos
infunden ese sentimiento. Si de verdad queremos ayudarles, nuestros ojos no
deben mirarles a ellos con pena, sino a los causantes de esta situación, que se
ubican en la parte superior de la pirámide “alimenticia”... y con odio. Pero un
odio inteligente, felino y depredador. Un odio que nos permita saltar sobre sus
yugulares y sacarlos de sus pedestales para compartir su exclusiva e
inapropiada riqueza con la economía real.
El Mundo,
y en especial España (también Grecia, Portugal...), hemos caído en una trampa
elaborado con tiempo y paciencia, por unos gobernantes en la sombra sin
escrúpulos que observa a las masas ciudadanas como meros números. Esos
gobernantes no solo han tejido laboriosamente su tela de araña esperando el
momento, también han adiestrado a los políticos que nos gobiernan ¿Cómo, si no,
se atrevería el FMI a sugerir que en nuestro país aún se bajaran los sueldos un
10%?
No,
quitaos de la cabeza los complejos. No caigáis en la tentación de pensar que no
sois rentables porque ganáis un sueldo aceptable cuando estos ya no existen.
Vuestra rentabilidad está en función de todos vuestros conocimientos, vuestra
experiencia y la aplicación de ambos con inteligencia y dedicación. Vosotros le
dais un valor a vuestra empresa que no debe estar sujeto a ningún tipo de
cotización, de lo contrario, lo que vosotros ganáis por hacer un trabajo, se lo
llevará otro por no hacer nada. Tampoco os dejéis engañar por las estadísticas
y las cifras que dicen que hoy ganamos menos que ayer. Estamos en crisis, nos
repiten una y otra vez, pero son incapaces de dar por buenas unas cifras que
siguen siendo positivas (aunque lo sean mucho menos) ¿Cómo es posible que la
bajada de beneficios durante una crisis sea culpa de los trabajadores? ¿Acaso
esperan que durante una crisis en que a la gente se le han bajado sus salarios,
aún sigan consumiendo al mismo ritmo que antes? Si esto es así, no estamos ante
una crisis, ni siquiera ante una estafa, esto es un fraude.
¿De verdad
os creéis culpables de la crisis? ¿De verdad os pensáis que mostrándoos como
corderitos camino del matadero y sin luchar, estáis obrando bien?
Os pagan
por trabajar, a algunos por pensar, pues haced bien vuestro trabajo porque eso
es lo que vendéis a la empresa a cambio del merecido salario. Pero no vendáis
vuestra alma ni vuestra vida privada porque eso os pertenece y cada uno de
vosotros que la venda estará haciendo un daño incalculable a sus compañeros...
pero sobre todo a toda esa miríada de desfavorecidos que ganan sueldos de
mierda o viven en un paro sin esperanza. Pero, ante todo, no aceptes como
compañero tuyo a aquel que te amenaza con trasladar tu producción a las manos
de uno de esos empleados sobreexplotados que viven en la miseria y cambiaría su
vida por un plato de lentejas una vez al día. No aceptes al que te amenaza,
pero tampoco aceptes al que acata y acepta por mucho que se llame sindicalista,
porque no te está defendiendo, solo está quitándote a ti lo que no recibirá el
otro; está secuestrando tu fuerza laboral y condenando a todos los ya desfavorecidos.
Hay
empresas que pierden dinero y empresas que ganan menos. No sé si hay empresas
que han aumentado sus beneficios, pero si las hay, lo injusto es que sus
trabajadores no gozaran de las mejores condiciones y de los mejores sueldos.
Además esas empresas triunfadoras deberían contratar a nuevos trabajadores que
ganaran más dinero e impulsaran el consumo y la economía.
En cuanto
a las empresas que ahora ganan menos, pero siguen ganando, aún a pesar de la
crisis, no debería aceptarse que empeoraran sus condiciones laborales, sus
salarios, pero aún menos deberíamos aceptar que esas empresas emprendieran
ERE’s o despidos arbitrarios para deshacerse de empleados de cualquier tipo.
Finalmente,
las empresas con pérdidas si debería tomar medidas para cambiar su inercia
destructiva, y la primera debería ser reducir los beneficios y los puestos de
quienes las dirigen. Es posible que esas empresas, con el estado actual de la
economía, no puedan ser viables o deban reducir sus plantillas, pero lo que es seguro
es que no se pueden permitir tanto gasto en su dirección que además no supone
una fuerza de trabajo y encarece innecesariamente el producto. Muchas veces
hablamos de productividad sin pensar que en las peores estructuras solo de un 5 a 10% depende verdaderamente
del trabajador. Y es posible que una dirección más ligera y eficaz de esas
empresas las hiciera totalmente viables y obteniendo beneficios sin necesidad
de tocar las condiciones laborales y los salarios de su fuerza real productiva:
los trabajadores.
Nuestro
país ha caído en la trampa porque nuestros empresarios hace mucho que cayeron
en la idea de que el dinero tenía que ser fácil y la banca financiera les
suministró el combustible que alimentó ese mito. Hoy ningún empresario ni
ejecutivo acepta ganar menos, pero en cambio han hecho de los trabajadores una
masa compacta que se puede exprimir sin fin. Lejos están aquellos emprendedores
que levantaron imperios con su sacrificio, unas veces respetando a sus
trabajadores y otras luchando con ellos por un equilibrio. En los 80 sus nietos
las hicieron sociedades anónimas y las vendieron a grupos más grandes que, a su
vez, las integraron en holdings más anónimos todavía, donde una dirección casi
fantasma toma decisiones sin sentido y sin una responsabilidad civil y penal a
sus actos insensatos que corrompen los mercados.
Los
empresarios de hoy se agarran a oportunidades como la ley del suelo de Aznar
para cultivar ladrillos regados con unos créditos bancarios y que solo un tonto no sabía que los frutos de aquello hoy nos explotarían
como sandías maduras en una huerta quemada por el sol.
¿Cuántos
de esos empresarios compartieron sus beneficios? La mayoría contrato mano de
obra ilegal, compró materiales de mala calidad (los de buena casi
desaparecieron por problemas de competencias) y creo gigantescos truños que se
comieron nuestros recursos. Los beneficios no se repartieron, no crearon
riqueza social, pero cuando todo acabó, sus deudas pasaron, con los rescates
bancarios, a repartirse entre todos. Así nos recortaron la educación, la
sanidad, los servicios sociales, después los mismos bancos, a quienes el
rescate les había parecido insuficiente, pasaron a meter mano directamente en
nuestras cuentas con pequeños fraudes, comisiones y hasta un robo en masa como
fue el de las preferentes. Por si todo esto no fuese suficiente, los bancos
dejaron de dar créditos a las empresas que aún hubieran podido salvarse y
optaron por gastar nuestro dinero en deuda del Estado como pago a los servicios
que les había prestado este. Entre tanto, esos mismos bancos habían controlado
las joyas de la economía y así pagaban a sus benefactores políticos, con
puestos de oro en esas mismas empresa.
Fruto de
todo eso casi un centenar de expolíticos y familiares de esos partidos tan útiles,
se han beneficiado de un sueldo nescafé en nuestra empresa mientras nuestros
compañeros más experimentados se perdían en ERE’s ajenos a las verdaderas
necesidades de la empresa y al perjuicio que con ellos se hacía al todo de la
economía.
Sí,
compañero, a la empresa le debes tu trabajo, y al mundo entero le debes tu
humanidad, tu sensibilidad y tu no renuncia a tus derechos.
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