En febrero de 2011
la Telefónica internacionalizada de Alierta quería dar un notable golpe de
timón para terminar de imponer la voz de las mafias financieras sobre los
restos de la que fue la empresa del cambio tecnológico.
Primero fueron los
símbolos materiales, como el edificio de Estel, al que oportunamente se había
dejado agonizar. La venta de todos los edificios no era solo una argucia
financiera… Había algo simbólico detrás. Como los ERE’s… ¿De verdad en
Telefónica sobran trabajadores cuando se ve obligada a usar muchos más
trabajadores de contratas trabajando bastantes más de 40 horas semanales? ¿De
verdad el problema está en los salarios cuando se hace cada día con nuevos
ejecutivos caros e improductivos como pago a viejos favores de polítiquillos de
segunda fila?
Así que, en aquel
momento llegaba el momento de dar un golpe de timón porque los metereólogos del
poder ya hablaban de los vientos del cambio… de su cambio.
En febrero de 2011,
aprovechando una Reforma Laboral de unos meses antes, con que el gobierno de
Zapatero se había vendido a la Troika; despidieron a Mari Cruz y Marcos, por
bajas médicas.
Ya unos meses
antes, Telefónica había mostrado su gigantesca fortaleza cuando despidió, en
Madrid, a varios sindicalistas que molestaban, llegando a monstruosidades que
no se pueden describir si no se quiere acabar ante la justicia, porque esta les
dio validez (nunca sabremos si intencionadamente). De resultas de aquellos despidos,
el compañero Álvaro nunca recuperaría su empleo.
Esta vez había
buscado perfiles muy diferentes. En primer lugar una empleada que se había
mostrado durante muchos años como un ejemplo en el servicio a la empresa, pero
que con el tiempo la enfermedad le pasaba factura. De otro un compañero… sí,
compañero es la palabra que mejor lo define. Un compañero que estaba en uno de
los departamentos más exigentes en ampliación de conocimientos tecnológicos y
en muchos otros aspectos… Un compañero que siempre había estado ligado a los
ámbitos sindicales y que preveía presentarse a las elecciones que tendrían
lugar en pocas semanas.
Un Convenio
Colectivo que había entrado en periodo de prórroga, unas elecciones sindicales
y el fantasma de un nuevo ERE.
Un viernes a última
hora, con la ocultación típica de la traición, llamaron al compañero Marcos al
despacho del jefe, donde, además de este, le esperaba una comitiva de Recursos
Humanos.
La mayoría de
compañeros nos enteramos el lunes… Ira, desánimo, tristeza, indignación,
impotencia… todos esos sentimientos nos pisotearon… pero ante todo había uno
que superaba a los demás incredulidad, pero Marcos no estaba. Afortunadamente
alguien nos sacudió con la pregunta que necesitábamos antes de que se enfriara
la sangre, helada por el órdago que nos lanzaba el gigante: “¿Qué vamos a
hacer?”.
En nuestras mentes
nació la idea de que algo teníamos que hacer. Alguien sugirió hablar con los
sindicatos, pero todos sabíamos que había que hacer algo más, porque habían
tocado a uno de los nuestros y nos estaban amenazando a todos. Cada trato de
inventar algo. Los más valerosos organizaron un comité de huelga, pero nadie
quiso quedarse atrás y fruto de ello nació este blog. El primer elemento de lo
que luego se convertiría en una guerra en las Redes Sociales e Internet… pero
una guerra que no hubiese tenido mayor trascendencia si el movimiento no se
hubiese extendido por toda Barcelona primero (aquí empezaron a tener mucha
importancia los sindicatos, no CC.OO. y UGT, claro), pero la llamarada se
extendió por Madrid, Valencia, Sevilla, País Vasco, Galicia y, digámoslo de paso,
se convirtió en algo precioso.
Los primeros meses “Llacuna
en lucha” se convirtió en un medio de comunicación, después nos substituyó, con
mayor eficacia, “Yo soy rentable” y durante la huelga de hambre, el blog “huelga
de hambre”. Y aparecieron otros blog’s y blogers en la redes, que junto a una
enorme presencia en las Redes Sociales, terminaron siendo uno de los frentes
que se atrevió a poner en jaque al Goliat de Telefónica.
Creímos haber
ganado cuando el juzgado de primera instancia declaró nulo el despido y Marcos
volvió con nosotros. Pero solo fue un malévolo espejismo que duró unos meses,
hasta que un juez, de forma muy extraña, modificaba la sentencia de nulo a
improcedente, eso sí, criticando a la empresa por haber incurrido en un acto
inconstitucional.
Suena a burla eso
de “inconstitucional”, porque según la ley, todo juez debe atenerse primero a
los artículos constitucionales que a los de los Códigos Penales. A constitución
también tiene carácter de ley y, además, siempre tiene un carácter preferente
sobre cualquier otra letra legal… y eso es por definición de lo que es una
Constitución. Por tanto el juez del tribunal superior, obviamente, no había
estado a la altura y ahora el único camino legal era el mismísimo Tribunal
Constitucional, con un periodo de espera de entre 4 y 8 años ante no se tiene
en cuanta un caso, y solo 1 de cada diez pasan el filtro para ser tratados por
ese tribunal. Superado ese tribunal aún queda el europeo… pero ya estaríamos
hablando del orden de 4 años más… con lo que la espera hubiese podido alargarse
12 años.
En definitivas
cuentas, Marcos tenía un despido improcedente, por lo que Telefónica lo volvió
a poner en la calle.
Para entonces,
cuando por segunda vez fuimos tocados de nuevo, ya no contábamos con el falso e
hipócrita apoyo de CC.OO. y UGT. Ya se habían sacado las caretas, ganado unas
elecciones y firmados un nuevo convenio a la baja y un ERE de una tacada.
Aun así, el resto
de sindicatos nos enseñaron que aún en medio de la noche puede existir una luz
encendida. El don de gentes de Marcos, además, le había granjeado la amistad de
importantes personalidades. Pero, sobre todo, la cantidad de personas que
pusieron tanta carne en el asador, nos hicieron soñar que se daría la vuelta a
una injusticia.
Por eso cuando
Marcos, hace cosa de un mes, nos dirigió una carta a todos los compañeros,
diciendo que había llegado el momento de hacerse a un lado, sentí tristeza,
vaciedad… pero, ante todo, un profundo sentimiento de derrota.
Está claro que no
podemos obligar a Marcos a luchar en una guerra perdida durante años. No puede
ser nuestra eterna bandera para todo lo que ha de venir (que presumo
terrorífico). Tres años son mucho tiempo… en especial sin asegurar unos
ingresos. Pero los sentimientos tienen la puñetera costumbre de no obedecer a
la razón… y en el fondo eso es bueno, porque sin unos sentimientos que guiaran
a David contra Goliat, jamás hubiese existido ese inspirador pasaje de la
Biblia y, tal vez, todos seríamos esclavos.
No pude decirte
adiós, Marcos. Y sé que, desde lejos o de cerca, tú estarás junto a nosotros en
las batallas que han de venir, pero ahora somos como el cuerpo de Marina del
Ejército Español, que desfila con una bandera prestada porque la suya la perdió
en la batalla.
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