Imagen tomada de http://www.cultiva.me
Quisiera
compartir con vosotros este artículo tan esclarecedor de una nueva situación
que se nos está empezando a presentar desde estas mismas navidades, pero que
algunos amigos ya intuyeron como algo más que una posibilidad, hace ya algún
tiempo. Es importante que llegue esta imagen para que no nos engañen otra vez.
Hace un
mes, cuando un amigo me dijo que esto iba a cambiar, creí que no era más que un
deseo expresado en voz alta. Pero cuando insistió diciendo que, por primera vez
en mucho tiempo, los poderosos se han visto señalados con el dedo, y que no les
gusta ser reconocidos y aún menos señalados... Así que en breve querrán
inculcarnos una sensación de optimismo para que nos olvidemos. Un optimismo que
si hubiese circulado hace 2 años nos hubiese ahorrado sacrificios inútiles y
hubiese salvado vidas humanas.
“¿En qué
te basas?”, fue mi lógica pregunta “¿No ves la tele?” fue su respuesta en forma
de pregunta casi retórica. A continuación me aclaró que se estaba refiriendo a
la publicidad y no a los informativos. Nos están preparando un bonito regalo de
Navidad... quizá más bien de Año Nuevo.
Me
costaba creerlo, pero hay que reconocer que el anuncio de Coca Cola, además del
optimismo ligado siempre a la marca, acentuaba mucho su imagen en la
solidaridad de los individuos para con su prójimo. En este caso era un prójimo
a pequeña escala, casi individual y lejos de los movimientos sociales, pero
seguía siendo una afirmación del valor de las personas. El siguiente fue
Balay que valoraba al sector más maltratado en esta crisis: el de los
trabajadores. Balay centraba su valor como marca en sus empleados. Sorprendente
cuando la Reforma Laboral y todos los ataques de la CEOE habían estado
dirigidos, sin piedad, hacia ese colectivo.
Dos
anuncios parecían muy poco, pero mi amigo acertó a decir que cundiría el
ejemplo porque era económicamente beneficioso (los anuncios llegaban al corazoncito de los posibles consumidores), pero sobre todo por que ya no éramos los únicos
que necesitábamos el cambio. La bomba definitiva fue el anuncio, a finales de
año, de Nestlé. Estos no solo se centraban en el valor de sus empleados y su
fabricación dentro del país, sino que se atrevía a dar una imagen positiva de
los movimientos sociales, como los que trataban de evitar los desahucios e
incorporarlos a su imagen de marca. Algo impensado solo seis meses antes.
El día
2 ya había empezado el cambio. De repente, tras firmarse el acuerdo fiscal en
EE.UU. una ingente cantidad de dinero invadió los mercados haciendo subir
notablemente todas las bolsas y precipitando las primas de riesgo. Al tiempo,
en Catalunya, una empresa como Telefónica (precisamente la misma que despide
gente por enfermedad y, a pesar de las auténticas reprimendas judiciales, se niega a
readmitirlos), enviaba una carta a sus abonados reivindicando su esfuerzo por
esa región, el idioma... vamos, reivindicando su catalanidad a sabiendas de que el
movimiento independentista era el único que había conservado una luz de
esperanza en todo el proceso de hundimiento anterior.
Sé que
para algunos esto solo quiere decir que los ricos se agarran con uñas y dientes
para no caer, pero existe otra interpretación. La que, en la misma conversación
que dio inicio a este comentario, expresó otro amigo. El también creía en el
cambio de tendencia, pero su interpretación no era tan optimista. Mi otro amigo
creía que los cambios sociales recesivos ya habían alcanzado los valores
deseados por el poder que sabía que, de seguir apretándonos las clavijas, se
podía desestabilizar su poder. Así que era el momento de parar a tomar aire y
dar por acabada la parte más oscura de esta recesión... al menos durante un
tiempo. Cuando todo estuviera más calmado se podría seguir apretando las
clavijas y llevar a los pueblos hacia la esclavitud que nos tiene destinada.
Ni que
decir tiene que la segunda idea era más perturbadora, todo y que no se
diferenciaba tanto de la primera. Porque de algún modo nos estarían ofreciendo
el camino para abandonar ese profundo sacrificio, pero, por otro lado, ya
habíamos dejado demasiadas cosas en el camino... más de las que se podía
asumir.
Unos
brotes verdes, un mundo pintado de rosa, nos va a impedir ver el daño causado
por una Reforma Laboral totalmente lesiva, una reforma judicial de ámbito
medieval, una reforma educativa con el rancio carácter facisto-católico de la
dictadura, un hundimiento de la sanidad... ¿de verdad vamos a asumir todo eso?
Amén de que la inercia independentista de Catalunya ya es un hecho imparable.
Yo digo
que no podemos permitir que nos vendan una tregua cuando lo hemos perdido todo,
cuando se ha quedado tanta gente en el camino, cuando los culpables lejos de
pagar por ello aún se han enriquecido más. Yo digo que es el momento de que
sigan con sus inyecciones de dinero hasta que sean tan vulnerables como
nosotros y podamos obligarles a aceptar nuestras condiciones... las únicas que
pueden ser justas.
No creáis
en los brotes verdes que aparecen de repente solo porque a ellos les conviene,
porque, cuando ya no les interese, se los fumarán otra vez y empezaremos de
nuevo, pero desde una situación mucho peor en que ya estará todo perdido de
antemano.
Yo os
digo que ahora aún hay más razones para salir a las calles e inundar de mareas
la sociedad, la política, la economía, la sanidad, la educación y, sobre todo,
la justicia... porque vivimos en un nuevo mundo lleno de leyes y de policías,
pero donde la justicia, a veces, parece dormida o desparecida y otras parece
mirar por debajo de su venda y dejarse llevar por la avaricia del dinero.
Es hora
de recordar el mensaje que nos enseñaron nuestros padres y que nosotros
enseñamos a nuestros hijos: no aceptéis regalos, y menos dulces y caramelos, de desconocidos.
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Recordad que no se puede injuriar ni atentar contra el honor de nadie.