El día 7 te espero, compañero.

El pasado día 17 tuviste dudas. Aunque algunos compañeros  te preguntaron tú las escondiste y, al final, optaste por no parar.

Compañero, te entiendo y te respeto, si es que crees que una huelga parcial de solo 3,5 horas no es una huelga de verdad. Tal vez pensaste que esa era una huelga para maricones y tú, rustico pocero donde los haya, no podías caer en semejante mojigatería. Así que escondiste tu bolso Louis Vuitton para que los compañeros que se iban a la mani no se percataran y te escondiste en el lavabo para seguir trabajando sin más problemas. Después de todo tú no eres un o una esquirol (ardilla trabajadora en catalán) como esos otros que dejaron de parar porque los convenció el delegado de un sindicato traidor. Tú solo paras cuando hay huelgas de verdad, de esas que hacen crecer el pelo en el pecho… entre tus hermosos senos de la talla 85.

De verdad, compañero, te entiendo, y es posible que en un remoto pasado hubiese podido apoyarte. Tal vez allá por los comienzos de los años 90 cuando UGT y CC.OO. se empeñaban en controlar nuestras vidas para convertirse en el paso intermedio  y obligado entre la empresa y nosotros. Cuando algunos vislumbrábamos el comienzo de esa traición hoy manifiesta que nos ha arruinado el Plan de Pensiones y está a punto de dejarnos a todos en la puta calle. Pero hoy no.

Dice una canción de Serrat que no existe más tiempo que el que nos ha tocado vivir y,  digo yo, que tenemos que bailar con los compañeros de baile que nos depara la vida. Durante los últimos años se han perdido muchísimos derechos que nuestros antepasados lograron con su sangre. Derechos por los que lucharon muchos hombres buenos y muchos hombres buenos murieron. Nosotros trabajamos en una empresa multimillonaria que nos ha robado esos derechos con una sonrisa cínica en la cara y la colaboración de unos sindicatos aburguesados que han olvidado su verdadera razón de existir hace más de un siglo. Por eso cuando somos los trabajadores los que damos curso a nuestra pacífica indignación, esta no puede ser frenada por un simple parecer o excusa de no es suficiente. Los trabajadores estamos solos y dependemos de las migajas de los sindicatos, pero para obligarles a seguir el ritmo que todos deseamos tenemos coger hasta la última de esas migas. Si hoy las huelgas son de unas ridículas y miserables 3,5 horas solo, hagámoslas y pidamos más. Dos compañeros ya nos miran desde fuera de la empresa, pero esta ha prometido, como Gadafi con su pueblo, que acabará con nosotros. ¿Tú no te indignas? ¿Tú no te vas a resistir?

¡Juntos podemos!

Compañero, yo no te voy a señalar con el dedo, pero el día 7 te espero. Espero tu sonrisa, tu grito de lucha y tu bolso lleno de la indignación que esto merece.