martes, 22 de febrero de 2011

El cáncer de Dña. Esperanza tiene cura, pero… ¿y el de Telefónica?

El cáncer de Dña. Esperanza tiene cura, pero… ¿y el de Telefónica?

Dña. Esperanza Aguirre ha salido a los medios de prensa para informarnos de que, durante unos días no va a estar disponible, pues va a ser intervenida de un cáncer de mama. Nos tranquiliza diciendo que ha sido cogido a tiempo y que los médicos le han augurado una pronta recuperación, cosa de la cual me alegro pues soy de los que pienso que nada se gana del sufrimiento ajeno (del propio tampoco). Pero he aquí que la doña tuvo que aprovechar la situación para aleccionar al populacho. Señores, dijo, hay que pasar las revisiones adecuadas para pillar a esta enfermedad a tiempo, que es curable si se hace.

Esto me dolió. No dudo que la presidenta de la comunidad madrileña tenga mucho trabajo, pero también soy consciente de que ella es perfecta dueña de su tiempo y pude programarse los eventos a su antojo. De hecho su “inoportuno” cáncer le va a reportar un flujo adicional de votos que “seguramente la presidenta ni siquiera ha contemplado como una posibilidad”. En cambio, los empleados por cuenta ajena, deben cuidarse muy bien de estos eventos que les pueden hacer valedores para aplicárseles el artículo 52 del Estatuto de los Empre…, digo, de los Trabajadores. Porque sí. Si te das de baja o vas al médico más de lo que la empresa considere adecuado, o simplemente le dé la gana, dentro de unos parámetros de días de ausencia justificada dispuestos en ese artículo, te pueden poner de patitas en la calle, como ya están poniendo en práctica empresas como Telefónica donde ya se está dando un ERE encubierto.

Y es que desde el pasado mes de septiembre, nuestro amado gobierno de falsas izquierdas, ha abaratado tanto esta posibilidad que ha puesto las vidas de los trabajadores por cuenta ajena de rebajas. Si añadimos el endurecimiento de condiciones para poder llegar a jubilarnos, hacer lo que nos sugiere la señora Aguirre, puede suponer el final para seguir siendo los puntales de nuestros hogares. Así que si hay que elegir entre morir de cáncer o morir de hambre junto a nuestras familias, la decisión es obvia… ¿No?

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