viernes, 11 de febrero de 2011

Carta de Marcos a todos los compañeros

        Buenos días:

   En primer lugar me gustaría agradecer a todos las compañeras y compañeros que me habéis llamado, mandado mensajes, y mostrado vuestro cariño incondicional en  estos momentos; a los que sé que estáis a mi lado aunque no me lo habéis dicho de palabra; y también a los que estáis ahí aunque no nos conozcamos ni tengáis una cara que visualizar: vuestro apoyo me llega a través de otros y os aseguro que tiene su importancia. La verdad es que es difícil, en momentos como este, encontrar cosas positivas, pero a pesar de todo es alentador comprobar que, cuando alguien te corta la cuerda de la que pendes, hay personas ahí abajo preparadas para abrazarte y hacer que el golpe no sea tan duro. Gracias de verdad.

   Doy por supuesto que todos estáis informados de las condiciones en las que me despidieron el pasado viernes, a las 13 horas sin previo aviso, y después de veintidós años en esta empresa (a mí y a otra compañera de Madrid). Sí quiero mencionar, antes de seguir a delante, que los motivos del despido están tipificados en el Estatuto de los Trabajadores desde el 95, refiriéndose específicamente a bajas justificadas e intermitentes en un periodo de cuatro meses, salpicados a lo largo de un año.

   En ese sentido me dirijo en este punto a esos compañeros, que sé que habrá, (aunque espero no sean muy numerosos), que pensarán o dirán cosas como “esto le pasa al que le tienen que pasar”, “si no hubieran cogido tantas bajas”, etc... A ellos les diría que si no se movilizan o se preocupan por nosotros que lo hagan al menos por sí mismos. Nosotros solo estábamos los primeros en una de las múltiples listas que los que dirigen esta empresa podían haber escogido para atacar. Si no hubiéramos estado nosotros ahí hubieran ido a por los que han estado más de veinte en un periodo de dos meses, o por los que más tiempo están conectados a internet, o por los que tarjetean a deshoras en los distintos centros. Y si todos, en esta plantilla, hubiéramos sido perfectamente escrupulosos y conocedores de todas las cosas por las que la empresa nos puede echar mano, hubieran rastreados en busca de los jefes más desaprensivos, con aspiraciones de ascender, para encontrar una oveja negra a la que dar caza (quizá alguno de nosotros, los despedidos, responda en parte a ese perfil). Porque aquí el problema no es el absentismo de dos o tres compañeros entre treinta mil, de lo que se trata es de que somos caros, sois caros; se trata de que hay muchos jóvenes recién salidos de la universidad dispuestos a trabajar por la mitad que vosotros, y con la mitad de los derechos. Como muy probablemente veréis en los próximos meses este es un movimiento más de la empresa para alcanzar el propósito que ya le planteó a los sindicatos hace quince años: quieren abaratarnos, quieren rebajar nuestros derechos, y finalmente pretenderán su fin más alto: quedarse con una plantilla de diez mil o quince mil, a poder ser fuera de convenio. Insisto, a los compañeros que piensen que hemos hecho méritos para que nos pase esto, que vean un poco más allá, y traten al menos de defenderse a sí mismos.


   En tercer lugar me dirijo a los representantes sindicales. Me alegra mucho saber que  por una vez están todos de acuerdo en lo esencial; me refiero a que esto, en el fondo y la forma, es una canallada que no se debe permitir. Pero dicho esto me gustaría ser muy claro en lo siguiente, aunque conste que lo digo estrictamente desde mi posición personal. Dentro de unos meses tendrán que enfrentarse a la negociación del próximo convenio. Si finalmente se confirma que todo esto es una estrategia de la empresa para usarnos de moneda de cambio, dicho de otra manera, si esto lleva detrás un “fírmeme usted aquí y readmito a los rehenes”, les pediría, con total convicción, que no lo hagan. Obviamente me gustaría que nos readmitieran, y lucharé, y espero tener su apoyo y el de la mayoría de la plantilla para que así sea. Pero quiero decir públicamente (insisto que hablo desde mi posición personal), que preferiría quedarme fuera de la empresa antes de entrar sabiendo que se nos ha utilizado para rebajar o devaluar las condiciones de más de treinta mil personas. Insisto, me moriría de vergüenza si se nos usara con un fin tan rastrero.

     Obviamente, el pasado día cuatro de febrero, a las 13 horas, después de que me plantaran la carta de despido, sin avisar, después de veintidós años en la empresa, salí de la central de Llacuna y atravesé el parque que hay enfrente como una hormiga a la que le acaban de cortar las antenas. Pero pasados esos primeros momentos de desorientación no me resisto a compartir con vosotros la siguiente reflexión en voz alta. Estamos ante el segundo ruond de la empresa para conseguir su objetivo. El primero ya lo ganó basándose en las prejubilaciones a los cincuenta años. Todos sentimos el aliento del ERE en el cogote, y lo asumimos como un mal menor. Muchos se fueron contentos, aun sabiendo lo que se estaba perdiendo para las generaciones futuras, pero la vida de cada uno es única y, por otro lado, donde ya no te quieren quizá sea mejor no estar. Todos sabíamos que se estaban perdiendo conquistas históricas y que detrás de eso, los que quedábamos, nos convertíamos en un reducto, una especie de trabajador en extinción. Luego vino un descanso por parte de la empresa. Nos hablaron del proyecto Lider, del GPS, nos hablaron de que éramos un equipo, e incluso nos mostraron las curvas gráficas de los negocios para hacernos creer que éramos valiosos. Primero te golpeo y luego te doy una pastillita para que no te duela. Sé que muchos se han tragado el cuento de la carrera de méritos, el talento se premia, etc, porque claro, las estrategia de manipulación están muy bien diseñadas. Pero pensarlo fríamente, ¿a cuantos compañeros talentosos y apasionados de su trabajo habéis visto ascender? Aquí solo asciende quien está dispuesto a asumir lo que dictan los que están por encima de él; y lo que dictan nos lo dicen convenio tras convenio, hacen falta trabajadores más baratos y a poder ser fuera del grupo Telefónica. Y es que lo que pasa en esta empresa no es algo aislado, es algo que responde a un nuevo posicionamiento del capitalismo.  
   Aunque no esté de moda decirlo, el siglo diecinueve y el veinte, en algunas partes del mundo, fueron un grano en el culo para ciertos valores muy antiguos; hablo de la codicia, la arrogancia y la prepotencia del fuerte sobre el débil, etc.  Aunque sean ideologías imperfectas, y por muchas razones devaluadas, el socialismo o el anarquismo instigaron a crear una conciencia en los que producen, frente a los que juegan en bolsa y especulan con su trabajo. Se conquistaron, gracias a esos movimientos, muchos derechos para los que realmente producen riqueza, los trabajadores. Los patrones del siglo diecinueve y el veinte se encontraron de frente todas esas conquistas, y dejaron de tener un poder absoluto frente a sus trabajadores. Pero el capitalismo se ha re-colocado.  El nuevo Patrón intocable del siglo veintiuno se llama Multinacionales, y su modo de contraatacar ha sido y está siendo muy, muy inteligente: yo soy una gran empresa que no tiene trabajadores, la masa de trabajadores ya no está a mi cargo, no soy visible, tengo un pequeño grupo de personas, a las que unto, que me soportan la mínima estructura. Pero he dinamitado el grupo de trabajadores en multicélulas ajenas a mí. De esta manera me libro de sus revueltas y sus reivindicaciones. Nos dividen y nos parcelan, nos hacen perder la conciencia de clase, esa es la gran estrategia. Los que producen están aislados, no se comunican entre sí, y no tiene una conciencia colectiva de su verdadero poder en el mundo. De esa forma nos están haciendo perder la conciencia de lo que nos une como masa. Por esta nueva evolución del capitalismo se sigue concentrando el poder económico en unos pocos, sin nada que los frene. Telefónica, los trabajadores fijos de telefónica, somos un reducto de las grandes conquistas de los trabajadores. En nuestras manos está ser un reducto vivo y digno. Más allá de los nombres y apellidos que estamos detrás de esta salvajada, está el colectivo de más de treinta mil personas, ese es el verdadero objetivo, no lo dudéis. Pensad que mientras callamos y otorgamos, intentando salvar el culo, muchos tratan de cortarnos la cabeza. 

   Me despido que con una frase de Bertold Brecht que mi abuelo solía repetirme a menudo, cuando era niño, en referencia a la segunda guerra mundial:




·”Primero vinieron a buscar a los comunistas, y yo no hablé porque no era comunista. Después vinieron por los socialistas y los sindicalistas, y yo no hablé porque no era lo uno ni lo otro. Después vinieron por los judíos, y yo no hablé porque no era judío. Después vinieron por mí, y para ese momento ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mí”.





     

3 comentarios:

  1. Ánimo Marcos y gracias por tus lucidas palabras: tenemos la obligación moral de no entregar las conquistas de 200 años y muchas vidas.

    Salud y apoyo mutuo

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  2. Todo mi apoyo desde Sevilla. Ánimo compañero.
    Jorge

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  3. "No hay nada que sea bueno ni malo, pero el pensamiento hace que lo sea". Shakespeare.
    Si volver a este trabajo es tu deseo espero verte pronto.

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Recordad que no se puede injuriar ni atentar contra el honor de nadie.